viernes, 19 de noviembre de 2010

Visualidad, excepción y rupturas.



Visualidad, excepción y rupturas.

Víctor Silva Echeto.
Participación en el Seminario Modalidades de la visualidad.
Viernes 19 de noviembre de 2010.
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

1- El complejo camino recorrido por el concepto de biopolítica en Foucault.

La relación entre Michel Foucault y el concepto de biopolítica no deja de ser enigmática. Sin ser el primero que formuló la noción, ya que la biopolítica (con otras ideas similares como la de geopolítica) se encuentran en Rudolf Kjellen, ni el último, hoy ampliada por Toni Negri, Roberto Esposito o Giorgio Agamben, no hay una sistematización a lo largo de su trabajo, sino que el tratamiento del concepto forma parte de los últimos fragmentos de La voluntad de saber, primer tomo de la Historia de la Sexualidad, donde se refiere al pasaje entre el Dejar Morir y Hacer Vivir por el Dejar Vivir y Hacer Morir, sin embargo, en los cursos del College o en sus conferencias entre 1974 y 1979, forma parte la biopolítica de sus preocupaciones, ubicadas en torno a la “sociedad”, “la seguridad”, “el territorio”, “la población”, “la administración de la vida”, “el cuerpo”, “el racismo”, “la biologización”, “el neoliberalismo”, “la economía”, etc…
Es más, en el curso “Nacimiento de la biopolítica”, no se refiere explícitamente a la biopolítica sino al neoliberalismo y a una supuesta extensión de aquella en la idea de Vitalpolitik. No obstante, como todo registro conceptual, la respuesta a la pregunta por la biopolítica en Foucault, es compleja, críptica, discontinua…
La biopolítica, en Foucault, es administración de la vida, pero, también, del cuerpo; interrogación por la seguridad y por el entramado de disciplinamientos y seguridades en el pasaje de la época clásica (según le llaman los franceses) a la modernidad. Es, en definitiva, y me sirvo aquí de Giorgio Agamben, de la oikonomía como administración y gestión, política y, porque no, visual. Oikonomía visual o economímesis, en términos de Derrida.
Con lo visual, tampoco, Foucault tuvo una relación fácil. Si en sus primeros trabajos ocupa un lugar central de sus reflexiones: Nacimiento de la clínica, arqueología de la mirada médica; Historia de Locura; Las palabras y las cosas –que da paso al intercambio epistolar con Magritte-; son algunos de los principales dispositivos de reflexión sobre lo visual. Aún más, se podrían rastrear más atrás en el tiempo estas vinculaciones.
Así las cosas, a los efectos de mi investigación, es interesante la relación indirecta que se puede rastrear entre Warburg y Foucault, ya que uno de los primeros escritos sobre imágenes visuales de este último es la introducción a Binswanger, de quien traduce al francés. Binswanger, paralelamente, es el psiquiatra director de la clínica Bellevue, donde fue trasladado Warburg. De la relación entre Binswanger y Warburg se encuentra publicada la historia clínica de éste (2007). Podría pensarse, aún, que el método “de la ciencia sin nombre” (Agamben) wanburgiano tiene una estrecha relación –por no decir influencias- sobre el de las “signaturas” foucaultiano de Las palabras y las cosas, y el que actualmente está desarrollando Agamben. Es decir, el método heterotópico de lanzar signos y vincularlos sin que entre ellos tuvieran alguna relación previa. “(…) algo que en un signo o en un concepto lo excede para reenviarlo a una determinada interpretación o para desplazarlo hacia otro contexto, sin salirse sin embargo del ámbito de lo semiótico para constituir un nuevo significado” (Agamben, 2008: 156).
La enciclopedia china borgeana que inspira Las palabras y las cosas es un destacado ejemplo del pensamiento por signaturas heterotópico (Foucault, 1986). El debate entre los postwanburgianos entre icológicos e iconográficos se fracturaría en las signaturas. A diferencia de Agamben, en Foucault quedaría en el pensamiento del Renacimiento… Lo interesante es recuperarlo para diseñar una metodología de análisis de lo visual.
2- Las idas y vueltas de lo visual en Foucault: entre Jay y Deleuze.
En La arqueología del saber, empero, se produciría un retroceso en el Foucault visual, quizás paralelo a su temprano alejamiento de la fenomenología, ya que el método foucaultiano se centra en lo discursivo, definiendo lo que no forma parte de ese registro, por negatividad (formaciones no discursivas).
Es Gilles Deleuze, quien –en su homenaje- sostiene que “Foucault siempre ha sabido pintar maravillosos cuadros como fondo de su análisis” (1986). Son las palabras de Deleuze (1986: 78): “Cuando se olvida la teoría de las visibilidades se mutila la concepción que Foucault tiene de la historia, pero también se mutila su pensamiento, su concepción del pensamiento”. Así, “se lo convierte en una variante de la filosofía analítica actual, con la que no tiene casi nada en común (salvo quizá con Wittgenstein, si de él extraemos una relación original entre lo visible y lo enunciable)”.
Michel Foucault “siempre se sintió tan fascinado por lo que veía como por lo que oía o leía, y la arqueología tal y como él la concebía es un archivo audiovisual (empezando por la historia de las ciencias). Si a Foucault le gusta enunciar y descubrir los enunciados de los demás, es porque también tiene una pasión por ver”: lo característico de Foucault “es la voz, pero también los ojos. Los ojos, la voz. Foucault siempre ha sido un vidente, a la vez que introducía en la filosofía un nuevo estilo de enunciados, de acuerdo con un doble movimiento, con un doble ritmo” (Deleuze, 1986: 78).
Es Martin Jay, en un texto sobre Parresía visual, quien discute esta perspectiva deleuziana sobre Foucault –a partir de Flynn y Shapiro-: “en toda su ocupación sobre el poder, incluyendo el poder del ojo para dominar lo que es visto, Foucault reconoció, después de todo, lo inevitable de la resistencia. Pero no fue nunca una resistencia que pudiera derribar por entero el poder hegemónico que venía a prevalecer, únicamente evitaba su completa realización. En el caso del régimen escópico moderno, las prácticas visuales alternativas existieron y pudieron ser nutrientes, pero no pudieron restaurar la absoluta inocencia del ojo” (Jay, 2004: 10- 11).
El interés de Jay, justamente al centrarlo en la parresía, es preguntarse por los vínculos entre la veridicción –el decir verdadero- y la visualidad en Foucault, por ello la interrogante del título: “¿parresía visual?”. A esta le suma otras interrogantes: “¿entendió Foucault ciertos regímenes discursivos fuera del conocimiento sostenido visualmente, la evidencia de los ojos o sus extensiones, como una fuente privilegiada de saber válido?”, “¿argumentó Foucault que la visualidad pudo de algún modo establecer una táctica alrededor de la discursividad y proveer una base para una verdad que no fuera meramente un efecto de un régimen discursivo específico? Y si es así, ¿escapó de la fuerza gravitatoria del campo de poder en el que estaba inmerso? Aquí habríamos de examinar los candidatos para los modos alternativos de experiencia visual y ver si pueden ayudar a un modo de decir la verdad –llámese parresía visual o quizás mejor, ‘mostrar con verdad’”.
Los argumentos, para intentar responder a esas preguntas de Jay, toman como eje el libro de Deleuze sobre Foucault. “En buena parte de la literatura sobre Foucault que subraya su desconfianza en la visualidad, incluyendo mi propio trabajo, la dirección de esta contestación mutua está dirigida a favor del lenguaje interfiriendo la visualidad” (Jay, 2004: 16).
Jay indica que “hay modos (…) en los que la resistencia al poder podría tomar formas visuales, pero éstas son entendidas por Foucault en términos ampliamente negativos, interferencias en la visualidad hegemónica de una era, como el desafío de Manet a la pintura perspectivista tradicional” (que se encuentra en un texto sobre Manet que Foucault deja inacabado en 1968). Estos enfrentamientos a las práctica dominantes de visualidad “raramente … se traducen en expresiones positivas de otro orden visual que se acerca a una verdad asentada en una forma de vida, una práctica crítica cuyos efectos Foucault vino a valorar, tanto teóricamente como en su propia vida como intelectual profundamente comprometido. Esta restricción de lo visual para interrumpir las visualidades hegemónicas podría no ser equivalente a la denigración de toda experiencia visual, pero está lejos de posicionarse en una alternativa completamente saludable, no hay veridicción del ojo, no hay aprehensión intuitiva del mundo a través de la mediación de los sentidos. En breve, no hay parresía visual para Michel Foucault, quien como Derrida, habría advertido a Cézanne de que su obligación de decir a su amigo la verdad en pintura sería una deuda dejada sin pagar para siempre” (Jay). Aunque Jay, matiza sus argumentos de Ojos abatidos, sigue moviéndose en una línea que critica la ambivalencia de Foucault sobre lo visual, pero esa ambivalencia –debería de saberlo Jay- forma parte de todo ese proyecto discontinuo sobre el que el pensador francés construyó su arqueología.

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